Demetraverso


Escapando de la realidad, con el cuerpo a salvo, mientras la mente se proyecta en un metaxu diseñado a la medida de los deseos más caprichosos. Tu espíritu hecho avatar proclama su parcela de autoría en cualquier interfaz con la que se interrelacione o en la que confíe. El Metaverso es tierra de nadie. Pero que las normas no hayan sido escritas, no implica la ausencia de un orden.

Desde el ciberpunk de los 80 ya se especulaba con realidades distópicas donde el progreso de la informática provocaría una fractura en el sistema. Nos contaba Sadie Plant que el ciberfeminismo tejía entonces un manto infinito de Ceros+Unos, cobijo para todas en ese nuevo sistema mediado por las pantallas, libre de dominios verticales, donde el horizonte nunca se alcanza. “La liberación se basa en la construcción de la conciencia, de la comprensión imagi­nativa de la opresión y, también, de lo posible”, escribió Donna Haraway en Manifiesto Cyborg. Para la zoóloga y filósofa americana el ciberespacio ofrecía probabilidades peligrosas que podían poner en jaque a las estructuras dominantes. Las feministas de lo cyborg recodificarían con sus textos la narrativa caduca del mundo y subvertirían las divisiones que separan a la vida en artificiosos antagónicos. Imaginaba Haraway un nuevo escenario postgenérico en el que las fronteras entre personas, animales y máquinas se difuminaría y las desigualdades de raza, sexo y clase no serían utilizadas para socavar más la falla. El paradigma de lo cyborg estaría encarnado en una mujer negra y la escritura funcionaría como su tecnología más subversiva contra el cifrado único.

Ese futuro no está aquí. Han pasado 40 años y los viejos poderes han tomado nuevas formas. Maneras que amplifican los mandatos estéticos, las normativas estereotipadas, las brechas entre lo que se sitúa en el centro y lo que se relega al margen. El recién inventado Horizon Worlds, primer metaverso de realidad virtual creado por Meta, es la prueba más clara. Acuñado en 1992 por el escritor de ciencia ficción Neal Stephenson, el metaverso describía un mundo en el que las personas conectan a través de la realidad virtual en un ambiente tecnológico multisensorial donde se siente, se oye y se toca a otros avatares que por allí pululan. Una realidad inmersiva en la que interactuar con el contenido. También donde ser el mismo contenido. 

Quizá el plan en Metaverso, por ejemplo, sea quedar con amigas, ir a sesiones de meditación, desarrollar nuevas habilidades creativas, vender tus productos, aprender los principios de la geometría sagrada o asistir a un club de lectura. Pero, quizá, como le sucedió a Nina Jane Patel, investigadora especializada en Metaverso, te puedes poner unas gafas inteligentes, conectarte a Horizon Worlds y que en menos de un minuto tu avatar sea violado por un grupo de avatares masculinos que cuando terminan, exhortan: “No finjas que no te ha encantado”. Así lo denunció en su cuenta de Medium. Desde Meta, entonces, se sugirió que lo más adecuado hubiera sido utilizar la opción de bloqueo, Safe Zone (zona segura) que ofrece su empresa. Patel explicó que fue todo muy rápido, no tuvo tiempo de reaccionar, se quedó en blanco, “congelada”. Como respuesta, días más tarde, Meta anunció una nueva función de seguridad llamada Personal Boundary (límite personal), una suerte de burbuja que impide a otros usuarios acercarse a menos de un metro de distancia. Periodistas británicas -Arwa Mahdawi en The Guardian o Gemma Askham en Glamour UK- señalaban la vieja fórmula: culpabilizar a la víctima, hacerla responsable. ¿Si te agreden debes aislarte en tu cuarto? ¿Que la experiencia sea virtual no hace mella real en el cuerpo y las emociones de quien la vive?

El metaverso de Mark Zuckerberg es un bebé. Todavía no podemos asegurar de qué manera afectará a nuestras vidas. Pero sí conocemos las políticas sexistas de Facebook y de Instagram, ejecutadas por unos algoritmos tan férreos como inoportunos cuando censuran piel de mujer; o despistados e inoperantes ante agresiones incuestionables que campan por la red sin que nadie las bloquee. También conocemos el origen de esta red social: fue creada por unos universitarios para poner nota al atractivo físico de sus compañeras de clase.

Hoy las mujeres representan un 25% de la fuerza de trabajo informático de Meta. De entre ellas, las negras y las hispanas son tan solo una porción anecdótica. Si no formamos parte de esa escritura que codifica nuevos mundos, si además de ser el producto no somos capaces de participar en la creación del producto, será imposible desactivar el sexismo, el racismo y el clasismo que impregna la lógica que gobierna cualquiera de nuestras realidades.

Meta y otras compañías ya están diseñando nuestros futuros. Conviene estar con las antenas puestas. En tan solo unos años, se especula con que gran parte de la población mundial tendrá una cuenta activa en el Metaverso. Y no será tan fácil prescindir de su uso. Es probable que allí la vida se suceda, se generen mercados, redes de contactos o eventos culturales de los que queramos formar parte. Estar desconectada puede suponer desventajas relevantes a niveles que todavía no somos capaces de imaginar. Ahora que todavía el proyecto es informe y se está gestando, tenemos la oportunidad de reclamar una vida virtual modelada según nuestras necesidades, garantizando una experiencia igualitaria, incluyente y segura. De la misma manera que personas de toda condición son consumidores en el universo de Zuckenberg, talentos diversos deberían participar en la construcción de ese nuevo universo que tal vez pronto habitaremos.

Algunas soluciones que llevan tiempo sobre la mesa: más educación, modelos de inspiración y herramientas accesibles para las niñas. Y también que nombres propios como los de Hildegarda von Bingen, Ada Lovelace o Heddy Lamarr compitan en el imaginario colectivo con los de aquellos que conocimos como los únicos hacedores responsables del progreso tecnológico. ¿muy naïf? Lo escribió Remedios Zafra en el prólogo de ‘De esto no se habla’, libro de Laurie Penny: “La resistencia y la acción no son fáciles pero son posibles, porque el mundo no nace siendo así, el mundo se hace y se educa. El mundo es reprogramable”.